Por Nadia Lugo
En varias ciudades del mundo se está llevando a cabo en este momento la misma exposición, de un solo artista y con obras idénticas. Miles de personas están experimentando sensaciones similares al contemplar estas piezas artísticas a pesar de encontrarse a kilómetros de distancia. En otros tiempos esto sería algo difícil de lograr, pero ha sido posible gracias a las nuevas tecnologías.
“Van Gogh, una experiencia inmersiva” es el nombre de esta exposición de la que les hablo, llevada a cabo en múltiples localidades en Europa, Asia o Estados Unidos. Guiados por las diversas tecnologías que tenemos actualmente disponibles, esta exhibición nos muestra una nueva perspectiva de las grandes obras del maestro neerlandés, nos permite viajar por sus coloridos paisajes, nos muestra el mundo a través de los ojos del pintor y nos expone su visión de la vida, sus temores y sus alegrías.
Las tecnologías emergentes se están integrando cada vez más a los espacios expositivos ofreciendo experiencias innovadoras y otras formas de interactuar con el arte, la historia y la cultura en general.
Grandes museos utilizan realidad aumentada para guiar a los visitantes por distintos recorridos y ofrecer información. También se utiliza para interactuar con las piezas como en “The art of bloom” en Los Ángeles. Por otra parte, existen desde hace unos años exposiciones completas, originales o simuladas, en realidad virtual en las que podemos experimentar momentos históricos o bien los procesos artísticos de creación. Algunas instituciones se aventuran a más, como el Museo Metropolitano o el de Brooklyn que utilizan actualmente impresión en 3D.
Las nuevas tecnologías han llegado para quedarse, en todos los aspectos de nuestras vidas y en el cultural también. No abrirles las puertas, sería condenarse al ostracismo. Estas han demostrado ser muy útiles en los espacios expositivos y de aprendizaje, abriendo un abanico de interacciones inexploradas, enriqueciendo nuestras experiencias y dándonos lecturas innovadoras acerca de la visiones artísticas, de los distintos contextos históricos o de otras realidades lejanas a las nuestras.
No integrar las nuevas tecnologías es negarse a extender nuestros campos filosóficos, científicos y metafísicos, es no apreciar los grandes beneficios que pueden traer a nuestras sociedades porque, como dice el pionero en realidad virtual Jaron Lanier, estas tecnologías “amplifican nuestro carácter más de lo que cualquier otro medio lo ha hecho jamás”.