En la Galería Arte San Ramón expone la artista Miguelina Rivera con una quincena de obras bidimensionales y una instalación bajo el título: “7:17 / 6:28”. Ella vive en el sur de Francia cerca de Marsella donde trabaja en la realización de sus obras. Hablando con ella durante una apasionante entrevista, se descubren algunos de sus elementos claves para la elaboración de su oficio.
Sus obras tienen una fuerza que viene de la potente naturaleza. Para describir rápidamente sus obras, vemos una sinfonía de manchas coloridas que se desarrollan independientemente o no del fondo según los trabajos, la referencia musical porque sus obras son casi todas abstractas, pero con un punto común: la organización de estas manchas haciendo referencias a la distribución en notas de la sinfonía.
LA OXIDACIÓN: PROCESO INTANGIBLE
Que sea natural o provocada, la oxidación es el elemento central de las obras expuestas. Podemos ver, es algo poco común en una misma exposición, un parte del proceso de búsqueda del artista cuanto a los efectos deseados cuando Miguelina Rivera juega con las materias como el acero, el hierro, la calamina, el barniz y el parámetro primordial: el tiempo.
Una pared está dedicada a algunos resultados elegidos por la artista para lograr lo que estaba buscando. Hay que reconocer que, a nivel puramente técnico, es un trabajo que necesita mucha fuerza física como mental, perseverancia, y tenacidad.
Cuando nos acercamos a las obras, nos damos cuenta de toda la energía, la fuerza, el tiempo que se necesitaron para llegar a un resultado donde la oxidación da una multitud de efectos de materia y sobre todo, el aspecto menos común, efectos vibratorios obtenidos por las diferentes capas de materia fruto de la oxidación, la lija y el barniz. Es impresionante ver los diferentes tipos de texturas y la transparencia entre estas capas dando a las obras todo su valor artístico.
Hay una obra de gran tamaño que simula, desde mi punto de vista, una ola, un camafeo de óxido, donde el movimiento, la profundidad del elemento agua, la monocromía de la oxidación dan a la vez un resultado muy realista (se ve claramente la ola) y adquiere una especie de ontología de la forma.
La ola es ola y más que ola. El agua no está materializada en sí pero está presente en nuestro imaginario, aspecto fenomenológico inseparable del proceso de creación de MR. La oxidación revela, da a conocer, algo de lo más natural y común, una ola, pero en esta obra, la ola es única, icónica, e intangible.
EL BARNIZ, ELEMENTO INHERENTE A LA OBRA
El proceso de creación de Miguelina Rivera tiene algo que ver con un parto, es largo, intenso, manda mucha energía, pero con un resultado que todo el mundo espera con mucho deseo.
Oxidación, lijado, pintura, barniz y sobre todo el maestro de todo el tiempo, la artista dispone de estos 5 parámetros buscando y buscando para materializar sus ideas. Es impresionante ver cómo cada uno aporta su granito de arena a la creación para convertir la placa de metal en obra maestra.
Mientras más avanzamos en la realización y más la obra se revela, coge forma, adquiere profundidad, como debe ser, pero con la diferencia que en las obras de Miguelina Rivera el barniz cubre todas las capas de materia de una perceptible o imperceptible textura convirtiéndolas en el algo misterioso, algo indefinible, algo que se escapa de la materialidad que se entiende como una metafísica de la oxidación. La artista concluye la última etapa de la obra con el barniz.
Ella lo usa ante todo para bloquear la oxidación y evitar de esta manera que la obra cambie demasiado. Es por eso que aplica el barniz recto y verso. Pero su papel más importante es activar y garantizar esta metafísica de la oxidación.
Patrick Landry considera que las obras de Miguelina Rivera tienen una fuerza que viene de la potente naturaleza.
Las obras expuestas expresan todo el potencial de lña artista gracias a la mano y la mirada de Orlando Isaac que supo presentarlas de forma didáctica y coherente.
GÉNESIS DE LAS FORMAS Y DE LOS COLORES
Desde un punto puramente iconográfico, las formas coloridas (a veces aparecen como especies de nubes) parecen destacarse del fondo, permiten al color de nacer y desarrollarse sin perder el vínculo con la madre que es el fondo.
Es una especie de ‘big bang’, una revelación de los cuatro elementos que compiten entre ellos. Aunque las manchas de colores tienen su propia autonomía artística, efecto de la química, ellas están íntimamente ligadas a los efectos sutiles de transparencia de la oxidación. Existe una cierta coherencia casi cosmológica casi primitiva.
Los colores y las formas parecen salir de la nada o mejor dicho de los primeros momentos de la creación del mundo. Sus obras tienen algo que ver con estos momentos donde la materia toda potente dará sus frutos creando el cielo, la tierra y los océanos.
Lo importante es saber captar y fijar lo esencial para revelar el mecanismo de los colores y del fondo que participan de manera activa al proceso vivo de evolución de la obra. Existe una fragilidad del instante resultado de la dinámica interna de la obra.
Una exposición que no se puede perder porque es poco frecuente ver una obra que combina la búsqueda estética aliada a uno de los procesos químicos para producir un trabajo muy original de un punto técnico y muy universal de un punto de la plástica.
Las obras expuestas expresan todo su potencial gracias a la mano y la mirada de Orlando Isaac que supo presentarlas de forma didáctica y coherente.
Patrick Landry, crítico de Arte, miembro de la ADCA y de la ADHA.
